domingo, 22 de febrero de 2009

La Torre

"Bueno, bueno... si [censurado] me tiro haciendo el salto del ángel desde La Torre de Hércules" (I. Baleriola)

En los últimos cuatro años han sido muchos los lunes en los que muy temprano, a horas propias de consultor, veía la misma estampa encajado en el asiento del avión camino de La Coruña. Si van, acuérdense, siéntense en estribor. Al descender, verán el puente de As Pías, que da acceso a Ferrol. Poco después el avión virará prácticamente encima de la casa del colega del Jardín del Pulpo, y cuando se enderece, podrán ver el castillo de San Felipe. Instantes después, tendrá debajo la ría de Betanzos, donde en días tranquilos hay algún barco fondeado y se aprecian claramente las bateas. Después, enseguida, por estribor, se ve la ciudad de Coruña, con la Torre de Hércules al fondo. Le llamará a ud. la atención la torre de control del puerto, que resplandece al amanecer, pero no deje de fijarse en la Torre de Hércules. Está ahí desde el Siglo I.

La torre tiene algo de simbología para este que escribe y para la ciudad en la que he pasado mucho tiempo, y a la que he tomado cariño. Allí las he pasado putas, bien es cierto, pero pronto descubrí un "perdedero" donde muchas tardes, con la excusa de jugar al golf, he despejado la cabeza de análisis, dudas, pesados, engaños, provisiones, y terceras derivadas. Ese perdedero está al pie de la torre. Allí, a última hora de las largas tardes de verano, a la familiar silueta se le une un olor, el del mar batido, y un sonido, el de os gaiteiros que tocan para deleite de los turistas. Ambos quedan en mi retina, seguramente de por vida.

También me queda la marca de una ciudad y unas gentes entre las que dejé de sentirme extraño hace ya bastante tiempo. Una ciudad que, ahora me doy cuenta, me ha acogido y en la que he vivido como uno más. Para mi, que llevo 15 años en Madrid, volver a vivir en una capital de provincia tiene algo de reencuentro con un viejo conocido.

Desde hace meses se venía acercando un movimiento en el trabajo. Un cambio que supone, por primera vez en ocho años, no contemplar la agenda sabiendo que 120 de los días del año iba a estar fuera, durmiendo en un hotel y lejos de donde quería estar: con los míos.

En estos días se cierra la etapa de La Coruña. La recordaré con cariño, y en poco tiempo se me olvidará el amargor de tantas noches fuera de casa. Ahora comienza otra etapa, en la que tengo por delante retos y oportunidades, pero también contratiempos acechando. . . no lo niego, no estoy tranquilo. El gran cambio es que estaré en mi casa, con mi mujer, y cerca de mi familiay amigos. Eso es importante.

El viernes pasado era el día 1.458 destinado en Coruña. Por la mañana, tempranito, fui al mercado y para celebrar que en pocas horas me iría para no volver probablemente nunca (al menos, a trabajar), qué mejor que recurrir al saber hacer acumulado todos estos años. En la foto siguiente podéis verlo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y que buena estaba la mariscada y que contenta estoy de tenerlo en casa todos los días!

Anónimo dijo...

Eres un crack.
La afición espera un libro, entre otras cosas

Anónimo dijo...

Pues ya son dos las torres/faros con gran significado en tu vida... Y cada una en una punta de España... Qué grandes momentos.

Me alegro de que estés de vuelta, bienvenido, y ya sabes que estaremos aquí para vivirlo. Aunque sea una pena que, al menos por ahora, no vayamos a comer a diario en Boadilla del Monte... aquí también hay una torre, y un lago, amigos mios y del amigo del Jardín del Pulpo ;)

Un abrazo.

gorvelka dijo...

La verdad es que el Pluridisplinar de Peñagrande necesitaba una noticia de esta envergadura. Por cierto...¿quién será esa anónimo que está tan contenta?
La Vital está esperándote con los brazos abiertos. Tenemos la torre de Doña Otxanda...